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lunes, 26 de noviembre de 2012

Hierro en los labios



Desorientado, con la sensación de que la sangre recorre todo mi cuerpo en sentido ascendente, mientras un gusto ferroso invade mi boca, en la primera persona que pienso es en ti. Así que estiro el brazo para pulsar el botón de descolgar y susurro: "Llamar a Laura."

Mi coche reconoce al instante mi voz y contesta. "Llamando a Laura al móvil. ¿Es correcto?" Aunque me cuesta mucho hablar lanzo un sí. Los segundos se hacen minutos mientras oigo los tonos del teléfono. Deseo que detrás de ellos aparezca rápidamente su voz.

- ¿Si?- un tono de incredulidad contesta al otro lado- ¿De verdad eres tú?

- Necesitaba oír tu voz y necesitaba decirte que aún te quiero.

- Lo nuestro acabó hace siete años. ¿Lo sabes? No sé a qué viene esto ahora. Creo que voy a colgar.

- ¡No, no, no! ¡Espera! ¡No cuelgues por  favor!

- ¿Pero qué te ocurre?

En ese instante me preguntaba cómo había llegado hasta ese lugar. Cómo había podido haberme degenerado tanto y no haber aprendido a vivir sin ella. Cómo había echado mi vida a perder echándola de menos. Por qué la había substituido por el alcohol y otras mujeres que no habían acabado de llenar el hueco que ella había dejado. No podía dejar de pensar en ella. 

- Me equivoqué al dejarte marchar.

Hace siete años ella era el centro de mi vida. Era el pilar que sustentaba mis ilusiones. Tenía la sensación que todos mis planes de futuro se habían ido un día por la puerta después de una sesión de peluquería. ¿Qué cojones le diría la peluquera para que se marchase de repente? Era incapaz de comprenderlo, y mientras tanto, yo, continuaba buscando aquello que había perdido.

- ¿Qué quieres de mi?

- Perdona. Solo quería oír tu voz.

- ¿En serio? ¿Después de siete años? ¿Ahora?

El otro día la vi paseando con otro de la mano. Hacía siglos que no volvía al pueblo. Se les veía realmente felices. En aquel momento comparé su vida con la mía. Yo no había conseguido nada. Seguía con mi mismo trabajo y mis mismas fantasías. En cambio ella, estaba radiante. El volumen de su tripa indicaba que estaba en estado. Yo solo quería ser feliz, pero lo único que hacía era martirizarme más y más.

- Sí- contesté con lo poco de aliento que me quedaba en la boca.

- ¡Tu estas loco!

El silencio inundó el habitáculo del coche, mientras pensaba que decirle. Cogí fuerzas y pregunté.

- Laura, ¿eres feliz?

Después del choque brutal, desorientado, bocabajo y atado al asiento con el cinturón de seguridad,  la sangre recorría todo mi cuerpo en sentido ascendente, mientras un gusto ferroso no dejaba de invadir mi boca. Después de tres vueltas de campana, había acabado empotrado contra un árbol cercano a la carretera. Me encontraba encerrado en aquel amasijo de hierros. No podía moverme. La echaba de menos. Ya no sentía dolor. Mi visión empezó a nublarse y mi vida acabó.


Dedicado a ti. Que aunque lejos, siempre me das ese ligero empujón para que continúe siendo como soy.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que te sigan dando los empujones necesarios para que no dejes de escribir!

yo dijo...

hay quien dice que nadie nos fa fuerzas, que somos nosotros quienes nos las damos al pensar en ese "nadie" pero sea como sea es que tenemos las fuerzas y nunca dejamos de pensar en ellos